"El lector más gentil debería asumir, y si no lo hago yo, que a los antipoemas que va a leer le quedan mil y una correcciones que soportar."
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Charles Bukowski FAX #(310) 548-1396
escena de amor vacía, uno se sentía obligado a soñar con ser un cosmonauta de barriga consumada
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Inglaterra siglo XVIII carbón ----> energía----> vapor ----> maquinaria ----> riqueza (y aquelarres correspondientes) clase media (supongo que ya habrán averiguado por qué me mudé a esta isla) y la BBC ----> economatos ----> The Small Faces ----> Yo ----> me vine en 1992 huyendo de unos juegos olímpicos (duele pensar que dos décadas más tarde la gente andaría tirándose al vacío desde sus balcones hipotecados) después de un vagabundeo febril por tierra de Lacan con 56 francos en el bolsillo y una docena de canciones de la Creedence Clearwater Revival encuadernando las novelas y los antipoemarios que, en un estado todavía embrionario, ocupaban por entonces parte de mi lóbulo menos leproso (cuenta nuestro putativo Heidegger en Die Technik un die Kehre que únicamente lo que es verdadero permite una relación honesta con aquello cuya esencia cuestionamos ---> en mi caso, confesarles que cuestiono si, desde mi salida de la patria madre -va siendo hora de que no refiramos a ella como "padre", que esa/e hija/o de puta no se merece dicho género- que nunca lo fue, existirá parte alguna de mi masa cerebral que no haya sido contagiada por la lepra de la vida). Yo ----> cuando en 1994 dormía con cuchillas de afeitar debajo de la almohada, te traduje, papá Corso ("que de puta madre sienta saber que desde mi ventana puedo viajar de un libro a una lata de cerveza y de ésta a un amor pretérito, y todavía acumular energía suficiente para salir de cuclillas por la puerta de atrás") y, como tú, le juré al cuello de la botella que menos se quejaba que algún día yo le descubriría la arruga a la vena con igual ímpetu que cuando de adolescentes abríamos a cabezazos el ático donde los diez mandamientos se quedaban en uno ("No tomarás el nombre de Jim Morrison en vano") y aquella atmósfera ocre en la copa del pino hogareño se quedaba impregnada de una ausencia absoluta de congruencia sexual y de otras cinematografías objetivas juveniles. -¿Subimos al ático, Ana? Te descontaré el de "no darás falso testimonio..." y [por si te interesa, que sepas que dentro de diez años yo le leeré a Heidegger que solo con la verdad (los Durex tampoco vienen de Francia) se puede procurar un primer contacto sincero con aquello que deseamos transformar poque somos conscientes de su raíz putrefacta]..., y..., y... Yo ----> a dos días del fin del mundo, abro la Gasolina de Corso y le robo sus Impresiones Mejicanas: III (...) One-legged, stiff, arbitrary, with wide watchful eye, How did you happen here? -All alone, alien, helpless, Here where there is no wind? Aquí, donde no hay viento ----> ----> algún iluso descafeinado porque de algo habrá que morir escribió en el margen derecho del cuaderno de los deberes de antaño que se trajo consigo al matrimonio hace un lustro según la calculadora Casio fx-82au plus o medio siglo de seguir repetiéndonos cuando nos emborrachábamos con el cheque del paro que lo esencial no fue la palabra sino la cola de la última sílaba. ¿Le rozó ésta alguna vez a usted la cara al pasar?
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La hostia final la define Heidegger (el chaval iba para jesuita, pero la palabra Husserl lo contaminó por completo) como aquello que no solo demanda una amplia serie de precursores (se me ocurren, a modo de recolección autobiográfica, los Camel sin filtro, los a 45RPM robados en Escridiscos, el sexo contaminado en el ático y los libros que no quisimos leer a escondidas) sino que además es esa serie en sí. La últimahostia no es nuetsro posicionamiento geográfico en esa meta ennegrecida moralmente por la sonrisa de la tortuga capulla, sino el comienzo de la carrera que, entre otras muchas gilipolleces de alcance cósmico, incluye el personal (habitualmente tirando a 1 metro 80, raza blanca, clase media y tres cuentas en el Satan-der) que le lame el culo antes de salir a la lepus europaeus marrón que en las apuestas figura con un 2 - 1.
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El hescribidor agarró violentamente de la cadera a Lauren, la atrajo hacia sí con la seguridad que da el saber que el mundo se acaba el 21 de este mes y le comió el pómulo derecho a ka aktura de la dicha resignada de las tres de una madrugrada que estaban compartiendo por eso mismo, porque el mundo se acaba el... ¿Pero no nos había jurado el hescritor que nunca más hablaría del amor en esta anovella? ¡Que os jodan! Sobre su pecho infantil de pezones envidiables por su concentridad perfecta, iba él a descansar su frente de hautor empalmado según la penetraba a lo misionero que pierde los papeles al toparse con la inca desnuda y humilde. ¿Se acababa de teñ el pelo ella dándole un toque suave rubio? ¿Por qué le parecía a él menos pelirroja que nunca? Le temía a la llegada de la Noche de las Rubias pensaba que los trueques físicos y/o de mentalidad ajenos a menudo imponían indirectamente cambios en aquellos que habían notado dichas transformaciones. Era y es un mal revolucionario que, si por ejemplo, a nivel musical gracias a Dios se había cepillado con los Sex Pistols a los Yes, a nivel político había impulsado la propagación de los congéneres más desagradables. La metamorfosis, total o parcial, debía ser vigilada antes y después del, digamos, "orgasmo". El cambio es sano si el tinte se lo aplica uno a si mismo voluntariamente y por fin se saluda en el portal al vecino de arriba porque las isobaras acompañan y tampoco es necesario que para huir de conversaciones tísicas hagamos del silencio nustra firma casera. Che, parece que a vos le empalma rellenar novela. Llueve en London Road, y un Peugeot estudiantil al aparcar le aplasta las entrañas a una rebanada sucia de pan con nocilla que algún chaval tiró al suelo cuando un amigo (pregunta el The Sun, "¿sería un pederasta disfrazado de jovial oportunista?") le invitó a una barra de Cadbury Los Ricos No Conocemos la Palabra Recesión. Llueve en London Road, menuda novedad. Me atrevería a teorizar que en esta zona dejada de la mano de un Fausto de cuarta división y de las tiendas de todo a una mierda y que nunca se proteste, se estila el número más alto de embarazadas adolescentes por emtro cuadrado. Lo comento si celebración, faltaría más. Y no es que la lectura sea muy complicada, pero tampoco me apetece sacar el kalashnikov y amenazar a los responsables de tal calamidad. Llueve en London Road, y dos profesoras de escuela pública y una asistente, se aseguran con motivación casi inexistente de que la veintena de alumnos de primaria que vigilan de camino a un museo que se me antoja inexistente, forme en una línea india pefecta antes de cruzar el semáforo que, indistintamente, separa un lado de la acera del otro, coronados ambos los dos respectivamente por una sucursal de una cadena farmacéutica y otra de una cadena de cafés aguados o enlechados, si se me permite la expresión. Llueve en London Road, y una octagenaria en su trayecto orgánico final soporta tumbada en plena carretera (a) con su sonrisa final parte del parabrisas delantero de un Peugeot estudiantil que acaba de atropellarla porque ella andaba despistada sonriendo en mitad de la (a) al niño de origen paquistaní que remataba una cola infantil de primaria que acababa de cruzar esa misma (a). Lueve en London Road, y podemos corroborar que el escritor le agarró firmemente de la cadera a Lauren la pasada madrugada antes de follarse los dos a las estrellas (creo que Carol Lombard dijo algo similar en una de las cartas que se dejó robar por los paparazzis de Hollywood). No le gustan los cambios.
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Leo y reinterpreto en la cuarta edición de 1981 de Fonología Española de Emilio Alarcos y Llorách la sección.... bla, bla, bla... (bla - 5bla-x + 4bla-3x = 0)... Pus negro que se segrega, música analgésica (Mark E. Smith) que se infiltra con idéntica fuerza. Lo que queda a medio camino paga las facturas a final de mes. Aunque la lluvia pasó, reina todavía su olor para recordarnos a qué atenernos si es que volvemos a a empaparnos de optimismo suburbial mecánico. El mundo no se acabó como auguraban las zorras occidentales de Maya. Qué putada, seguimos aquí. Qué putada, la Maggie de Hierro no ha estirado su pata peluda gris. Llamamos a la Casa Blanca [(202) 456-1414] ----> "Ustedes los íberos perdieron su picardía en 1936". Gracias, señor Presidente, no lo había notado. Yo, emborrachado de un sentimiennto heróico que se merece odas de Keats, abando la London Road de las lluvias atropelladoras. En una cafetería de esa clase media que más se preocupa de que no la incordien (o preocupen, valga la...), cuento las gotas de la meada celestial que vuelve a precipitarse sobre nosotros con cara de mono malpagado pero ahora sobre la zona de exclusión burguesa. Me pregunto (ya me dirán ustedes si no lo hago yo quién coño cuestiona nada) si ese líquido gris (¿a quién cojones se le ocurrió eso de que la lluvia era cristalina y transparente como la madre que la daba de mamar?) tres cuartas partes mosqueo con el humano de abajo, y la cuarta parte restante detalle con la esfera biosférica sita también allá abajo, cae e impacta en subconsciente del humano de esta zona agraciada de la ciduad con la misma intensidad anímica que lo hace en esas áreas ignoradas por el gobierno local. ¿Habrá notado esa diferencia alguna vez el ciudadano excluido? "La lluvia de éstos no pesa tanto". Pus negro, que va, se lo piensa y sale desafiando las leyes de la circulación corpórea general al mismo tiempo que da una vuelta entera al cuerpo del bípedo de la clase puteada antes de buscar salida por la protuberancia nariz. Cuando descanse todavía húmedo sobre la superficie arrugada de un pañuelo heredado blanco cuya esquina inferior derecha lo decoran dos iniciales torpemente cosidas, será ignorado por un 93,2 % de la pupila vecina. Permítanme que les cuente, a modo de pausa para el disimulo, que Lev Davídovich Bronstein, alias el Trotski, fue mi bisabuelo. Dicen que se enamoró de mi bisabuela Martha en Londres la misma mañana que escuchó que Lenin la ignoraba porque ella hablaba seis idiomas y porque de haber comercializado ya el loco ése alemán del Stern el test del coeficiente intelectual ella habría superado el del teórico comunista por cojones, mejor dicho, por ovarios, y eso era algo que el camarada Vladimir Ilich no estaba dispuesto a consentir, y menos de una burguesa londinense con aires proletarios de cuyos donaticos él dependía. Pero está claro que nada de esto que les estoy contanto servirá para bloquear en su salida incipiente estos riachuelos negros agridulces que me andan comiendo la moral y el tope en forma de uve sifilítica de mi labio superior según voy haciendo el ridículo por esta calle de pijos enjipiados brightnianos por excelencia... -Caballero, ¿necesita ayuda?
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El submarino nuclear ruso Kursk K-141 se hundió en aguas del mar de Barents, en pleno Ártico, en agosto de 2000 mientras realizaba unos prácticas de tiro. Ocho días después del trágico suceso, y tras recuperarse de una pájara de orgullo típico exsoviético, a Putin tragó saliva y pidió ayuda extranjera. Un grupo de submarinistas noruegos desciende a 108 metros de profundidad y en 24 horas confirman lo que se temía la mayoría: el K-141, este submarino de 155 metros de larga de la clase "insumergible" que había sido bautizado por un sacerdote ortodoxo, se encontraba completamente inundado y allí dentro no quedaba un marinero vivo. Se cree que, tras una primera explosión inicial interna provocada por el disparo de un torpero sin explosivos, hubo otra segunda, cuando el navío ya había tocado fondo, equivalente a un petardazo de 3,5 en la escala coñazo ésa de Richter. Esa segunda explosión abrió un agujero de 2 metros en el casco, para, acto seguido, permitir que esa loca en LSD del agua entrara en los compartimentos a unos 90.000 litros por segundo fulminándose a quien por entonces quedara con vida. Solo se conoce el contenido de dos de las tres notas que dejaron para la posterioridad los marineros del Kursk. Una de ellas reza: "Quedamos 23. Ninguno saldrá a la superficie. Escribo a ciegas." Me pregunto: 1. De esos 118 marineros, ¿habría alguno pensado en suicidarse antes de embarcarse por última vez? 2. Se estima que treinta marineros sobrevieron temporalmente a la segunda explosión. ¿Buscó aterrorizado alguno de esos supervivientes el abrazo consolador del último adiós? 3. Suponiendo que la mayoría se conocían desde hacía años, ¿le declaró finalmente el marinero A su amor por el marinero B? Y, de ser así, ¿miró el marinero B con cara de respulsión al marinero A poco antes de que las moléculas de oxígeno dejaran definitivamente de autopropagarse? 4. Se ha escrito antes en algún lugar (supongo que, como todo lo demás, un rincón ése poco estimulante) "Morir en silencio. Miro el reflejo de mis libros en el vidrio roto de la ventana de esa habitación de los adultos que nunca supieron crecer." ¿Sería esa manera de pensar también aplicable al comportamiento del capitán G. P. Liachin (1) al conocer el destino final que se le había reservado? Dicho de otra manera, ¿le encontraría reflejo en la escotilla o nuevo uso a sus cartas de navegación? "Y pensar que de pequeño yo también quería ser como el camarada Yuri Alekséievich Gagarin..." y que cuando me dio por ser un adolescente insoportable cambié de gustos y le dije a mamá que ya no quería ser cosmonauta porque ahora me tiraba más ser reportero gráfico porque me apetecía cubrir la guerra de los Balcanes (Europa nuestra, ¿a qué vino tamaño letargo? ¡Y luego pedís un Nóbel! ¡130.000 muertos y dos tercios de la población desplazados!) y que mi madre ("¡Déjate de boberías. Tu estudiarás informática, como tu primo Gerano!") se sintiera orgullosa... de su segundo hijo al colocar cinco rosas negras sobre la tumba colofón de otra vida informática que nunca supo crecer.
(1) En el siguiente enlace podrán ver una lista publicada por el Ministerio de Defensa Ruso (por favor, no me de igan que no tienen nada mejor que hace o con lo que morirse) con los nombres y rango del personal a bordo del Kursk-141 o KYPCK . http://www.russialink.org.uk/kursk/crew-eng.htm