Una ola, una boca; aparece un caballo, se presenta y se ahoga. Cielo golpeado y sangriento. ¿Qué es ser cielo? Escalar cimas para estudiar las nubes. Agua sobre más agua reactivandola maquinaria de la memoria.
Llueve. Espíritus en llamas generan clamor y sed entre el público. ¿Y el agua? ¿Tendrá se alguna vez? Mientras los truenos acumulan energía, ondas alineaas se transforman en partituras musicales. Al razonar, atrapamos el sonido y se lo devolvemos a la tormenta. Cosmología del teror. Ese suceso histórico repetitivo de los cadáveres amontonados como si fueran desperdicios. El mar comete asiduamente incesto con una violencia primordial y festiva. Se cree en la exclusividad del presente como quien cree en la originalidad del cielo. Así lo encesita la tribu.
Photo by Simone Fattal
Untitled (Mt. Tamalpais 1), 1983-86 Courtesy the artist and Sfeir-Semler Gallery, Hamburg / Beirut
El camino hacia la muerte lo señalan las serpientes. Deja que el invierno entre en la habitación para explicarnos por qué la mar está agitada. El mar ahora respira, salpicando con indiferencia. Mas un corazón se apaga. Con este silencio, los hemisferios cerebrales capturan diferentes tipos de luz.
¿Qué quiere decir ser de algún sitio? Para todos aquellos que vivimos exiliados de nuestra historia personal, esa pregunta nunca nos hace sentir mejor.
La misión de la niebla es la vulgarización de la realidad. Las montañas invaden inadvertidamente nuestra conciencia suma. El mar se retiraen la distancia. Resucitar no implica la vuelta al paraíso.
Allí, junto al conquistado Palacio de la Noche, la sirena. Se reanuda la tormenta. Un tren sale de un túnel y penetra de lleno, atravesando una fila de árboles otoñales, la matriz de una mujer.
Unos viejos castaños americanos se convierten en espíritus de los indios. El amor nos separa de la tumba y nos acerca a ella. Una corriente de agua. La estación de la melancolía agujerea el alma.
Algunas veces, los recuerdos de las playas del Pacífico pesan tanto como una ola asesina.
Hoy, en el punto más frío del universo (un par de grados bajo cero), dos rayos de protones han colisionado en el laboratorio CERN de Génova. Se aproximaron, a nivel miscroscópico, a lo acontecido justo una fracción de segundo después del Big Bang.
¿Cómo es posible que cualquier persona, bajo este sol tan espléndido y tras habérsele dado a conocer unos hechos universales tan íntimos, pueda todavía seguir sintiéndose desilusionado?
Por un lado, tú, solo tú. Y por el otro, este océano inmenso, ofreciéndose a sí mismo y probablemente a ti también.
El Salve Regina de Pergolesi.
Con una inocencia total, la niebla roza la punta de los árboles. El bosque se vuelve silencio. No le ha molestado que dicha sustancia tan ligera le haya molestado. Tan ligera como el peso de una mano o como un baile.
Salir para que la niebla nos envuelva, con este enfriamiento repentino de la cara, en este atmósfera difusa... nuestro cuerpo responde, y entonces partimos.
Alejados de la zona extática, no es la lluvia lo que se ve o la niebla lo que cubre nuestra mirada, si no la sangre. A cada uno su agresor y la víctima.
Un arcoiris construye un escudo entre mis reflexiones y yo.
Nos han abandonado aquí entre un pánico aterrador. Si hubéramos tenido alas habríamos salido volando, pero el avión es ahora una réplica de nuestra sala de estar. La sala del deceso.
Pero la niebla siempre ha sido cruel. Nuestra falta de atención la absorbe ella con facilidad. Al salir del Palacio de la Noche, Joanne Kyger se enfrenta cara a cara en su paseo desalentador con las profundidades del océano pacífico.
Cuando anochece, reaparece el dolor, la turbulencia, la fiebre. Las cafeterías siguen abiertas. La brisa circuula libremente. El mar de Cortés posee el conocimiento absolto. Su fuego se transforma en agua. En cualquier momento un encuentro con él es inevitable porque su calor no desaparecerá nunca.
Aquí nada está prohibido. Vastas franjas de terreno cubren movimientos secretos. Unas corrientes subterráneas explotan, expresando así su cólera. El planeta enmudece. En el lado oscro del cerebro humano el océano ruge triunfalmente.
El mar ya no tiene pesadillas sobre la vía láctea. Unas nubes de cobre bajan por un pasaje hacia la costa. Las colinas se iluminan con un azúl metálico qe podría rajarnos el corazón con tanta belleza.
Nos pasamos media vida adorando al mundo simplemente porque no hemos sabido cómo hacerlo cambiar. Encegadas por su luz, nuestras retinas descansan sobre su epidermis, siguiéndole las curvas. Sus ataques son de mercurio, sus noches, impenetrables. Ciertas voces nos hablan sobre un tipo de especie convaleciente. El espacio no es un concepto asbtracto sino una dimensión, la nuestra.
La materia atrae a la materia, deplegándose en un territorio hipnótico, segregando en la barriga anque permanezca indiferente. Con una privacidad absoluta nos mantiene alejados. ¿En qué punto nos encontramos, entonces? Podemos ahogarnos en ella, ser disueltos por ella, ser olvidados.
ETEL ADNAN, Untitled, 2015, oil on canvas, 35 × 27 cm. Copyright the artist. Courtesy White Cube, Hong Kong.
He de ocuparme de cierta amenaza cuya misión es aniquilar el planeta visita a visita.
El viento tiene ese poder orgiástico de saber cómo reemplazar el calor estival y los árboles descuidados. La dimensión tiempo es más veloz que un tren. Cañones abismales reflejan las ranuras del cerebro. La muerte es escapar de este presente.
Los ríos se desplazan hacia aquellas personas que pertenecen a geometrías diferentes. La indecisión lunar convierte a este lugar en una alteración. Recordando la brusquedad de Heidegger, su arqueología de la mente. Palabras sombrías, las suyas.
El granizo interfiere con el día a día. Paz arruinada. Para la niebla, un abrigo de piel. A esta hora, solo melancolía.
Pensar sin acordarnos de este mundo, ¿sería posible? ¿Es el pensar realmente más de lo que nos imaginamos? Hay demasiadas afinidades que la percepción ignora: lo desconocidoes una realidad inmensa.
La nada es más tranquilizadora que cualquier paraíso sobrecargado. En la magnitud tiempo no hay lugar para la pasión. Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que tal vez no vayamos a regresar nunca.
El clima no desea inmiscuirse con las olas que retroceden. Una serie de rayos acorralan ahora al cielo nocturno. Y por fin, un viento épico. El terreno tiembla inocentemente.
Ninguna mano se atreverá a descorrer las cortinas; no la mía. Se han escchado dos disparos en esta noche de seda. Los conejos levantan las orejas. El vacío es un concepto no verificable.
Aunque la inactividad parezca pura ficción, los árboles ya se han congelado. El terreno ha sido hipnotizado por las agujas rojas que lo cubren. Y el Minotauro probablemente se encuentre ahora en la SelvaTropical, fuera por fin de su laberinto. Tal vez esté gimiendo.
Toda clase de enfermedad cohabita con nuestra soledad. Algunos presencian la muerte del alma inclso antes de fallecer. Éso sí que es un asunto apocalítico, un eclipse privado.
Cerrar los ojos es inventar mil nieblas. La noche que siguió a la Crucifixión fue más larga de lo habitual. Hay personas que aún la siguen viviendo, como si nada hubiera sucedido después.